La antena de rastreo de aves migratorias situada más cerca de la Antártica acaba de ser instalada allí por el Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC). Será uno de los hitos que expondrá este lunes el ecólogo y filósofo Ricardo Rozzi en conferencia internacional de epidemiología ambiental.
La reciente instalación de una antena de la red Motus en la isla Hornos transformó al Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) en el vigía más austral para pandemias vinculadas con las aves migratorias en el planeta.
Será uno de los hitos que expondrá el lunes 26 de agosto el ecólogo y filósofo Ricardo Rozzi, quien es director del CHIC, en la charla magistral que inaugurará la 36ª Conferencia anual de la International Society for Environmental Epidemiology (ISEE2024), que se realizará en Santiago hasta el jueves próximo en el Hotel Sheraton.
La reunión, en la que participan especialistas de diferentes partes del orbe, tendrá este año como lema principal “Adressing Challenges in Environmental Health, Justice and Development”, es decir se enfocará en abordar los desafíos de la salud humana en un contexto medioambiental, de justicia socioambiental y un desarrollo equitativo y sustentable.
Rozzi, quien es profesor titular de las universidades de Magallanes y de North Texas, abordará su ponencia desde el concepto de “cohabitar,” enfatizando la interdependencia entre el bienestar humano y el de la comunidad de cohabitantes, tanto humanos como no humanos. Este enfoque, según explica, se basa en la comprensión de que la interacción entre los seres vivos y su entorno es fundamental para la salud pública, especialmente en el contexto de enfermedades emergentes.
Para el filósofo y ecólogo, la epidemiología ambiental clarifica que es esencial reforzar la colaboración internacional para enfrentar problemas de salud globales. Por ejemplo, las aves playeras que migran entre las regiones subárticas del hemisferio norte y las subantárticas del hemisferio sur son vectores claves en epidemias mundiales como la gripe aviar. El CHIC, en colaboración con el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y la Armada de Chile, ha puesto a nuestro país a la vanguardia de esfuerzos de investigación y monitoreo proactivo, para proteger tanto la salud humana como la ecológica a nivel mundial.
Es en este contexto que el CHIC inició un trabajo conjunto con la red internacional Motus, que mantiene un seguimiento de las aves migratorias principalmente por América y Europa para conocer sus rutas, hábitos y poblaciones. Las aves también son vectores de enfermedades como la malaria y la gripe aviar, y especialmente esta última no solo tiene repercusiones sanitarias sino también económicas, dice Rozzi. “Estamos investigando y monitoreando por un interés en el bienestar y la salud de las aves y sus ecosistemas al mismo tiempo que por un cuidado por la salud humana, la economía y la seguridad alimentaria, dado que la gripe aviar afecta drásticamente a las aves de corral”, sostiene.
Otro aspecto central de su intervención será la introducción del concepto de derechos bioculturales, ilustrado con el caso del río Atrato en Colombia, que es uno de los ríos más largos de ese país y que también aloja un hotspot de biodiversidad a nivel mundial, conocido como el Chocó colombiano. En noviembre de 2016 la Corte Constitucional de Colombia emitió una sentencia histórica al declarar al río Atrato como sujeto de derechos.
“Esta medida fue tomada en respuesta al síntoma de epidemiología ambiental manifestada por la muerte de los peces y porque las poblaciones ribereñas comenzaron a manifestar grados crecientes de intoxicación. El Ministerio de Salud tomó muestras de sangre en las personas y detectó niveles de mercurio muy por encima de las normas de la Organización Mundial de la Salud y también de las normas de la legislación colombiana. Fue muy interesante que el primer gatillante del concepto de derechos bioculturales de los ríos fue dado por los médicos, quienes dejaron en evidencia que se estaban infringiendo las normas legales existentes”, destaca Rozzi.
Cuenta que después se comprobó que el mercurio provenía de la minería del oro, tanto local como a gran escala, sin regulaciones ambientales apropiadas. Este problema, que involucró a las comunidades de pueblos originarios y afrodescendientes principalmente, llevó a la intervención de ONG, científicos y el ministerio de salud de Colombia. Se determinó que la gente se enfermaba por el agua, pero también por consumir peces.
“El problema no era solamente la calidad del agua, sino del río como comunidad de vida y de cohabitantes. Es decir, los peces, las huertas ribereñas irrigadas con las aguas del río y una gran diversidad de plantas y animales que son fuente de alimento de poblaciones humanas, tanto rurales como urbanas, estaban intoxicadas con altos niveles de mercurio. En breve, si los cohabitantes del río y sus ecosistemas aledaños están sanos, los humanos también estarán sanos”.
Rozzi agrega que para proteger al río y la salud de los cohabitantes humanos y no humanos, es decir, para proteger al río como comunidad de vida, las instituciones y la ciudadanía deben “hablar por el río”.
“Estos son los custodios del río, una de las mayores innovaciones de la constitución colombiana. Son médicos, son científicos y son miembros de las comunidades que ejercen como guardianes de la naturaleza, tienen atribuciones legales y apoyo técnico-científico para poder llevar el monitoreo y hacer valer que no se puede infringir la norma. Esta es la forma en que se implementa en la práctica el concepto de derechos bioculturales”, detalla.
Después de lo que se hizo en Colombia, el tema se ha expandido por el mundo y hay casos similares de implementación de derechos bioculturales en India, Nueva Zelanda y también Argentina.
“Este concepto, que surgió de la necesidad de proteger tanto la salud de los habitantes locales como la del ecosistema, se ha expandido a nivel global y representa una integración de la ciencia, la ética y la legalidad en la protección del medio ambiente”, asegura el director del CHIC.
Rozzi reafirma que el CHIC, con su enfoque en la epidemiología ecológica, busca contribuir con un innovador enfoque biocultural a fortalecer la cooperación global necesaria para enfrentar los complejos desafíos sanitarios y ambientales del siglo XXI.
Fuente: El Mostrador