Estas aves ayudan a controlar la población de pequeños mamíferos, como el ratón colilargo, que es portador de una cepa (Andes) del virus hanta, dañino para el ser humano. La Dra. Anahí Formoso, investigadora del Instituto Patagónico para el Estudio de los Ecosistemas Continentales en Puerto Madryn, Argentina (IPEEC), realizó la charla “Cazadoras nocturnas: ¿Qué beneficios nos traen los búhos y lechuzas?”, en las instalaciones del Centro CHIC.
Un ratón como el colilargo (Oligoryzomys longicaudatus) puede tener hasta cuatro o seis crías en una camada, con la capacidad de reproducirse más de una vez al año. Una alta tasa de natalidad que puede descontrolarse fácilmente y que aumenta las probabilidades de contacto directo con las personas, lo que significa un riesgo si estos individuos son portadores del hantavirus (enfermedad letal para el ser humano), como el ratón colilargo. El escenario descrito podría traer graves consecuencias, pero una de las formas naturales en que se mantiene en equilibrio del ecosistema es gracias a la labor que realizan ciertas aves rapaces que se alimentan de este tipo de ratones.
La investigadora Anahí Formoso, miembro del Instituto Patagónico para el Estudio de los Ecosistemas Continentales en Argentina (IPEEC), realizó el 12 de octubre la charla titulada “Cazadoras nocturnas: ¿Qué beneficios nos traen los búhos y lechuzas?”, en las instalaciones del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC, por sus siglas en inglés) y a la cual asistieron cerca de veinte personas interesadas en conocer las características principales de estas aves y algunas particularidades como el ser capaces de girar sus cabezas hasta 270 grados o tener un vuelo muy silencioso. Asimismo, Formoso destacó el importante rol que cumplen estas aves en los ecosistemas gracias a su dieta.
Los búhos y lechuzas son aves que ayudan a mantener el ecosistema. “Se estima que una lechuza consume aproximadamente unos mil roedores al año, eso varía por la ubicación geográfica o la disponibilidad de los roedores que haya en el campo, pero más o menos ese es el promedio”, sostuvo Formoso. Dado que suelen vivir en parejas, ese número crece a 2 mil, lo que aumenta, pues al poner huevos pueden llegar a tener entre 2 a 4 pichones, por tanto, “se estima que una familia de lechuzas consumiría alrededor de 6 mil roedores al año”, explicó la experta del IPEEC.
Lo que consumen estas aves rapaces nocturnas es lo que beneficia enormemente a ciertas regiones de países como Argentina y Chile. En ambas naciones, por ejemplo, se encuentra el ratón colilargo (Oligoryzomys longicaudatus), roedor nativo que es el principal vector del virus hanta, que se contagia al humano, provocando una enfermedad respiratoria, generalmente letal para las personas.
Con relación a ello, Formoso apuntó a la importancia de la conservación de los búhos y lechuzas por el valor ecosistémico que brindan. “Cuidarlas y protegerlas para eso, como se alimentan de estos roedores, mantienen limpio el ecosistema o ambiente donde estos roedores viven y mantienen a las personas protegidas”.