Durante 23 años, el Parque Etnobotánico Omora, ubicado en Puerto Williams – Región de Magallanes y la Antártica Chilena, ha sido el laboratorio de estudio de aves más austral del mundo. Investigadores e investigadoras llevan a cabo una incesante labor para conocer la biología y ecología de estas especies, realizando monitoreo de aves de forma mensual en largas jornadas que comienzan en la madrugada.
Alrededor de las 5:30 de la madrugada comienza el día para Juan Rivero de Aguilar, doctor en ciencias biológicas e investigador asociado del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC)–UMAG, para desarrollar su jornada de monitoreo de aves en las estaciones de anillamiento al interior del Parque Etnobotánico Omora, en Puerto Williams. En ocasiones, en compañía de otros y otras investigadoras, Rivero se dirige hasta las estaciones del Notro y Canelo para efectuar estas labores durante siete horas.
Rodeada de bosque de notros, que da origen a su nombre, la primera estación destaca por ser una fuente de alimento de las aves al interior de este parque, que posee 5 especies de árboles. En verano, en el Notro (Embothrium Coccineum), las especies se alimentan de las flores, mientras que, en invierno, de las semillas. Por su parte, la estación Canelo, más adentrada en Omora, se encuentra inserta en un bosque de canelos (Drimys winteri).
Allí, en cada estación, se encuentra un entramado de cinco redes que conforman un círculo, donde las aves son atrapadas. Cada 15 a 30 minutos, las y los investigadores realizan un recorrido por este círculo, y de esa manera, capturar los individuos para ser llevados a la respectiva estación para su anillamiento. Para destacar, durante más de dos décadas de trabajo, más de 16 mil aves han sido capturadas, siendo en total posible anillar a 25 especies distintas en Omora, entre las que se registran el fío-fío, chincol, carpintero grande, comesebo, entre otros.
Tras aquella instancia, es hora de anotar una serie de medidas biométricas del ave en cuestión. Mediante una planilla, se registran medidas de su tamaño, las patas, sus alas, el peso, entre otras, además de constatar su edad y sexo. Dentro de ese momento, se produce el anillamiento del animal, que posee un número único, “como una especie de RUT”, sostiene Rivero. Aquel paso es fundamental para el objetivo de los estudios; la obtención de las respuestas a las preguntas del programa Omora, como por ejemplo, cuanto vive un ave.
“De esa manera, del transcurrir de los años, si se vuelve a recuperar esas aves, después tenemos la información de cuando pusimos el anillo y cuando se recuperó. Eso nos da datos, por ejemplo, de los cambios en el ensamble de aves, cuáles especies habitan en el bosque, cuáles son residentes y migratorias, cuál es la fenología de migración, por ejemplo”, indicó el académico.
Lo anterior es un dato fundamental para la labor que se efectúa en Omora, pues las estaciones Notro y Canelo se ubican exactamente en el mismo sitio desde hace 23 años.
“Constituye el monitoreo con más tiempo y más antiguo en este tipo de bosques, y de latitudes, que comenzó en el año 2000”, señala Rivero.
Sumado a ello, el ejercicio de monitoreo se desarrolla cada tres días por estación durante el mes, de forma anual. Esto corresponde a un esfuerzo importante, dice el investigador, “son pocos los observatorios de aves donde se realiza anillamiento científico en el cual se realiza en todos los meses del año”.
Cabe señalar que mediante estos procesos de anillamiento se obtienen importantes datos de las aves, los que, a la larga, son los insumos que van alimentando los estudios que se desarrollan bajo el alero del CHIC-UMAG y de otras entidades. Por ejemplo, en Omora se analiza la transmisión de enfermedades como la malaria aviar, en especial, dada la migración de determinadas aves que llegan hasta Cabo de Hornos, y los potenciales efectos sobre las especies que habitan allí.
A su vez, estos estudios desde el fin del mundo, nos permiten conocer cómo las aves se desenvuelven frente al cambio climático. En ese sentido, estas especies también son indicadores ambientales, siendo altamente sensibles a las fluctuaciones del clima y a la disponibilidad de alimento, esto dada su capacidad de moverse por diversas zonas de un país o continente.